miércoles, 28 de octubre de 2009

Cambios dentro de cambios

Bueno, después de casi medio año sin pasarme por aquí, ha llegado la hora de darle un meneo al blog.

No he dejado de escribir, aunque el ritmo de producción no ha sido todo lo elevado que hubiera deseado. Sin embargo, he introducido un cambio notable: tenía ganas de presentar a los hombres-dragón, así que me embarqué en la escritura de un capítulo en el que estas criaturas aparecerían al más puro estilo Beowulf, arrasando un hall y llevándose por delante a buena parte de sus habitantes. En un principio, me pareció también una buena idea hacer que Hiádfahl fuera la hija del señor del salón, pero eso implicaría demasiados cambios en un personaje que ya está perfectamente definido y que cumple (y cumplirá) su función tal cual está; hacer de la emperatriz la hija de un rey eliminado por la casa Árgdesom obligaría a imprimirle una amargura y un resentimiento que obstaculizarían demasiado la linea trazada dentro del devenir de los acontecimientos.

Sin embargo, el objetivo principal del capítulo está ahí, y los hombres-dragón parecen en todo su esplendor. El capítulo (titulado La caída del hall de Hérufahl) está casi completo y sólo resta hacer unos pequeños cambios y rematarlo con un buen final.

En ese momento, algo golpeó el portón del hall; algo enorme y de gran fuerza. Todos se quedaron paralizados, clavando su mirada en la puerta. Instintivamente, los guardias reaccionaron sacando sus espadas y sus hachas; algunos se acercaron lentamente, con temor. Un segundo golpe, más fuerte que el primero, hizo que las bisagras y los goznes empezaran a ceder. La gran tranca que aseguraba las puertas comenzó astillarse.

—¡Por todos los dioses de arriba y abajo! Exclamó Garfmund —¿Qué horror has traído contigo, extranjero?

El tercer golpe partió la tranca con un gran estruendo que hizo ceder los goznes de las puertas, que se abrieron mostrando al fin lo que había tras ellas. Dos enormes criaturas, casi el doble de grandes que un hombre, de piel escamosa de color gris verdoso y unos pequeños cuernos despuntando de su frente. Tenían un aspecto vagamente humano, pero eran más parecidas a los ogros y los trolls, aunque recordaban sobre todo a los dragones. Estaban acompañadas por dos soldados que las llevaban sujetas con cadenas al cuello y que contemplaban el pavor que despertaban los monstruos con satisfacción. Los restos de los guardias yacían en el suelo, despedazados.

Sin mediar palabra alguna, soltaron las cadenas.

Las criaturas rugieron al unísono. Era un rugido que no se parecía al de ninguna bestia conocida; parecía surgir de las profundidades de la tierra, desgarrada por el fuego; a la vez era denso, oscuro: no sólo pretendía atemorizar a los adversarios, también vomitaba un intenso y profundo odio.


Bien, ahí están; quizá deba darle un repaso a la descripción, pues tengo la sensación de no mostrarlos tal como me los imagino, debido quizá a que quería evitar toda comparación con gorilas u otros animales que los personajes desconocen absolutamente (ni siquiera me he planteado si existen los gorilas en este mundo) sustituyéndolo por referencias a criaturas que les puedan ser más familiares, como los trolls o los dragones, aunque esto provoca demasiada imprecisión; hayaré la manera de remediarlo. Pero lo esencial está ahí. Los hombres-dragón han llegado y tienen ganas de guerra... muchas ganas






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