martes, 14 de octubre de 2008

Religión y magia en los mundos de fantasía

Hablemos de un tema un poco peliagudo: ¿qué tipo de creencias religiosas son las más adecuadas a la hora de crear un mundo de fantasía? Voy a plantear mejor la pregunta: ¿qué sistema de creencias/religión encaja mejor dentro de un mundo fantástico? (¡lleno de seres extraños!)

La cuestión no es una tontería. Depende bastante del tipo de mundo que se pretenda crear. Para Tolkien, por ejemplo, era una cuestión de suma importancia; hombre de profundas creencias católicas, es curioso comprobar que la palabra "dios" es una de las que menos aparece en su obra. En el Silmarilión nos presenta a Eru o Ilúvatar, trasunto evidente del dios judeo-cristiano, un creador sin principio ni fin que da a ser a unos seres angélicos, los Ainur, que interpretan una música con la que Eru da forma al mundo y todo lo que contiene. Sin embargo, en la Tierra Media no se profesa ningún tipo de “religión”: no hay iglesias ni templos, ni ningún tipo de ceremonia religiosa, propiamente dicha. (Aunque Denethor, curiosamente, se inmola como “un rey pagano”)

La magia es de naturaleza sutil y normalmente va más allá de simples trucos. Lo normal es que sólo se use en momentos puntuales, a menudo en ocasiones de extrema necesidad, como cuando Beren y Luthien se introducen en la fortaleza de Morgoth transformados en licántropo y vampiro, o el famoso espejo de Galadriel, que muestra a quien se refleja en él lo que puede ocurrir en el futuro. En Lothlorien flota una especie de magia hermosa y tenue, que se siente pero no se llega a apreciar hasta que uno sale del bosque y regresa al mundo de los hombres (de una forma que recuerda a las leyendas célticas que hablan de paraísos feéricos y tierras de promisión, en las que todo es bueno, hermoso y placentero y el tiempo pasa mucho más despacio que en el mundo de los mortales) El propio Gandalf, el mago más poderoso de la Tierra Media, es reacio a usar la magia,Aunque cuando Saruman es derrotado, se relaja un poco en este aspecto. En la tierra Media, la magia tiene una relación evidente y directa con la voluntad y con la fuerza creadora y emana directamente de la “llama imperecedera” insuflada por Ilúvatar. No hay sitio, por tanto para el paganismo ni el animismo en el universo creado por el muy católico profesor Tolkien. Es por eso que muchas veces la magia es depositada en objetos creados por elfos o por hombres, como son los silmarils, las palantir o los anillos de poder.

El caso de mi otro gran referente, George R. R. Martin, es muy distinto. Martin pertenece a la otra gran vertiente de literatura fantástica, más sucia y “realista”, cultivada principalmente por autores americanos como Robert E. Howard o Michael Moorcock. (aunque es innegable cierta influencia de Tolkien) En Canción de hielo y fuego, nos encontramos principalmente con dos religiones distintas: la practicada en Invernalia, el extenso reino del norte dirigido por la familia Stark, es una religión de tipo animista, en la que no existen templos propiamente dichos, si no los “bosques de dioses”, cultivados en los patios de los castillos y palacios construidos para tal efecto. Por otro lado, en los reinos del sur predomina un culto politeísta en el que diferentes dioses encarnan diversos aspectos de la vida y el universo. Además, poco a poco se va extendiendo una creencia monoteísta y de corte mágico, centrado en el culto al sol y al fuego. Los seguidores de esta religión pueden adquirir grandes poderes, encauzados a través de la voluntad y la capacidad de sacrificio.


Los dos maestros dibujados por Walter Simonson


En la mayoría de novelas este es un tema tratado superficialmente y tanto la religión como la magia (especialmente la magia) suelen estar supeditadas al argumento. En muchos casos, los autores de la vertiente más cutre del género caen en la tentación de dotar a la magia de una presencia, poder e influencia exagerados, llegando ésta a sustituir a la tecnología, tendencia que también se da mucho en los juegos de rol.

Después de todo esto, llega el momento de hablar sobre cómo se aplica todo lo anteriormente dicho en “El destino de Dháegrim”.Eirdath, el reino natal de nuestro protagonista, es una sociedad de corte celtorromano, aunque el componente céltico prima en el aspecto religioso y espiritual, mientras que la organización de la sociedad ha avanzado a una estructura más “ordenada” por una influencia externa no tan agresiva como lo fue el Imperio Romano. En el caso de el Imperio Nordheim, se practica el culto al dragón (¡alabado sea el dios dragón!) por el simple hecho de que el dragón en cuestión es un ente físico presente en la vida y la historia del imperio, aunque ya profundizaré sobre estos temas en posteriores entradas. La magia, por supuesto, existe, aunque no es algo cotidiano ni omnipresente y oscila entre la magia de tipo animista/religioso y la hechicería pura y dura. Es practicada por clases sacerdotales similares a los druidas o a los sacerdotes de religiones politeístas, aparte de por todo tipo de hechiceros y brujas cuyo grado de competencia y efectividad varía enormemente.

Como veis, es un tema que aún necesito desarrollar en profundidad, aunque las líneas generales ya están trazadas. Intentaré evitar cualquier contradicción que pueda surgir de los planteamientos expuestos.

De momento, esto es todo. Seguro que os parece poco.

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