sábado, 1 de noviembre de 2008

Un pequeño impasse

Hay un pequeño parón en la escritura del Destino de Dháegrim, debido a cuestiones de estilo que creo necesario explicar.

Ya había comentado que no es para nada mi intención escribir otro "El señor de los anillos" u otra "Guerra de las galaxias". Esto es especialmente aplicable a la historia del propio Dháegrim que, básicamente es el viaje del héroe, aunque con un matiz dramático que conviene no desvelar. Así que, mientras resuelvo cómo contar lo que quiero contar, me centraré en otras líneas de la historia que debo planificar un poco antes de llegar a un callejón sin salida, como ya me ha ocurrido anteriormente.

Voy a recapitular.
Las cosas están así: Djioremf, acompañado por Bléadd se dirige a Súdenkar, el reino vecino en el que su hermana Aldbáen es reina consorte, pero por el camino se encuentra con unos hombres enviados por el padre de Ílswenn, su amada, para que les guíe y proteja en el largo camino. El emperador Nurdjiemf y su hijo Urúndakh se dirigen de vuelta a la capital del imperio, en donde prepararán una ofensiva con la que eliminar a la rebelión. Será un buen momento para presentar a Hjíadfahl, la joven emperatriz y explicar por qué no estaba presente en el funeral.

¿Y Dháegrim? Aquí está el principal problema. De momento, os voy a dejar con el inicio de lo que será el capítulo 1. Se agradecerán opiniones.


Dháegrim caminaba en solitario por lo que había sido el escenario de una cruenta batalla. Una espesa niebla cubría la planicie y aquí y allá iban apareciendo cadáveres de soldados con los cuerpos destrozados, los miembros cercenados o con flechas clavadas. Dháegrim era poco más que un niño y nunca había visto nada semejante, por lo que sintió una gran inquietud. El silencio era absoluto, hasta que distinguió el graznido de un cuervo. Avanzó hacia la fuente del sonido y se dio cuenta de que la niebla se iba despejando; al fin pudo ver con toda claridad una elevación, como una pequeña colina, probablemente un antiguo túmulo. En la cima había un sitial de piedra, sobre el que estaba posado un cuervo que graznaba y le observaba. Dháegrim ascendió por la ladera. El cuervo mantenía la vista fija en él, reclamándolo. Cuando por fin llegó al sitial de piedra, se sentó y esperó, hasta que en la distancia pudo distinguir a un jinete que se acercaba. Dháegrim bajó desde lo alto para poder recibirle. Cuando el jinete estuvo más cerca, pudo ver que era una mujer, pertrechada con cota de maya y un larga lanza; su melena pelirroja ondeaba al viento. La mujer aminoró la marcha hasta llegar a donde él estaba. Parecía tener bastante estatura y poseía un porte orgulloso. Miró a Dháegrim desde lo alto y él pudo ver que estaba llorando. Turbado, Dháegrim decidió preguntar.


-¿Por qué llora una mujer como tú, de figura tan noble?

-La razón por la que lloro –respondió ella –no puedes conocerla aún.


Sin decir nada más, la mujer espoleó al caballo y continuó cabalgando, dejando a Dháegrim confuso. Cuando se giró para volver al sitial, se sorprendió al ver que el cuervo había sido substituido por una lechuza que ululaba con inquietud. Al volver a sentarse, la noche cayó repentinamente. Dháegrim se asustó, pero permaneció sentado. De improviso, una enorme llamarada rasgó la oscuridad sobre su cabeza y al alzar la vista, vio dos dragones que luchaban en el cielo; uno de ellos era blanco, con unas enormes astas parecidas a las de un ciervo, el otro era negro y su figura se desdibujaba en la oscuridad cuando no estaba iluminada por el fuego. Los dragones giraban, atacándose con ferocidad, pero ninguno parecía prevalecer sobre el otro. Finalmente, sus llamaradas se encontraron, estallando en una gran bola de fuego que iluminó la llanura. Cuando el fuego se desvaneció, las dos criaturas cayeron al suelo, inertes.

Por cierto, releyéndolo ahora, no puedo evitar darme cuenta de un ligero parecido con el pasaje en de El señor de los anillos en el que Frodo, tras huir de Boromir, contempla, con el anillo aún puesto, cómo las tropas de Sauron atacan en cada rincón a los pueblos libres de la Tierra Media. La sombra de Tolkien es alargada... Sin embargo, creo que la influencia más directa es (al menos en el estilo) ciertas leyendas célticas que he estado leyendo últimamente. En cuanto a la aparición de la misteriosa amazona, me remito a la primera entrada del blog, en la que os contaba que esa había sido la primera imagen que tuve de toda esta historia, hace ya mucho tiempo ¿os acordáis?

Pues así están las cosas, pero tranquilos, el parón no duarará. Sigo escribiendo.
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